Las injusticias de una sopa de fideos con letras
Cuando pensábamos que las grandes corporaciones controlaban nuestros movimientos con sus actualizaciones de internet, con sus ofrecimientos para festejar cumpleaños en Velvet o sacándonos información con las muestras gratis de quesos untables, no llegamos a imaginar que tan ínfima es nuestra capacidad de decidir, de ser libres.
Mi historia comienza un día de soledad, enfermedad y angustia, cuando la mente pedía alimentos y el cuerpo no podía más que pensar en descansar. En esa batalla interna, con el cuerpo dolorido, con temblores en la espalda y con mucosa fresca diseminada sobre la almohada, decido ir a la cocina en busca de nutrientes. No tengo hambre pero sé que debo comer. Me lo dice mi mente, y un legado de madre y abuela judía.
Me preparo una sopa de fideítos que rinde para 4 platos. No voy a tomar los cuatro platos, pero bueno, así viene la sopa y como está en un solo sobre no puede ser dividida. Pero lo curioso, lo peculiar, lo que hace al eje de mi historia, es que los fideítos son LETRAS…Letras de nuestro abecedario.
Si los escribas que tallaban en piedra hubiesen sabido que tallaban en ellas con tanto esmero y dedicación las mismas figuras que estarían luego estampadas en nuestras cortinas de baño, dibujadas de rojo en nuestras panzas alentando algún equipo deportivo o en nuestras sopas en forma de fideos…
Si los eruditos hubiesen sabido que esas letras que formaban los primeros registros de civilización en la antigua Babilionia, esas letras que hacían a los códigos del derecho romano, esas letras que quedaron grabadas de forma sagrada e incorruptible en los santos evangelios, hoy son triviales siluetas que quedan graciosamente pegadas en la comisura de los labios de un bebe, o incluso en el mentón de los que más babean…
Sí, aquellas letras de fideítos que tanto nos divertían cuando éramos chicos. Letras que usábamos para deslumbrar a nuestras madres y hermanos mayores escribiendo sus nombres. Letras con sabor a queso que pegábamos sobre la mesa.
¿Pero cuánto podíamos cuestionarnos sobre esas letras de la sopa en ese entonces? ¿Cuánto podíamos razonar sobre las desigualdades que estas letras de fideos podrían traer aparejadas?
Es entonces cuando pienso, acariciándome las sienes y mirando el interior de la olla… ¿Vendrán todas las letras del abecedario? Para luego sorprenderme entre cucharada y cucharada de no encontrar una “X”. ¿Habrán hecho una matriz con todas las letras o solo elegirán algunas y nos hacen creer que tenemos todo el alfabeto a nuestra disposición? Y si no es así, ¿Cuánto nos redujeron intelectualmente?, ¿Cuánto nos condicionaron los fabricantes para que solo podamos formar unas pocas palabras seleccionadas intencionalmente?
Vuelvo a la “X”, y pienso como habrá sido la infancia de XUXA cuando caía enferma en su San pablo natal. Fueron sus películas el resultado de sus frustraciones al no encontrar las “X” de su nombre en las sopas de fideos? Pienso en la cantidad de Xuxas que hay en el mundo, pienso en toda la dinastía Xin, pienso en Xipe Totec de los aztecas, en los niños francés hinchas del Auxerre, en el dueño de Xerox y lo ridículo que debe sentirse cuando su hijo prefiere formar “HP” en su sopa. Pienso en Xena la guerrera, Ximena capristo, Xavier Malisse, Alex ubago, Axl Rose, Felix Luna y tantos otros… Que injusta puede ser la vida para algunos.
Pero seguro que la villanía de estos diseñadores de sopas, que de ninguna forma se harían cargo, porque bien sabemos cómo esto funciona el mundo corporativo: Los de marketing echarían la culpa a los de producción por tal error de fabricación en las matrices de letras, quienes a su vez dirían que es culpa de finanzas por no dar el presupuesto suficiente para hacer sopas con letras de calidad, mientras que estos últimos asegurarían que fueron los de comercialización quienes no supieron entender con que mercado se enfrentaban y para que luego estos le echen la culpa a investigación y desarrollo, ya que en definitiva ellos diseñaron el producto. Decía que estos empresarios de ninguna forma se harían cargo de sus injurias y felonías. Incluso en el caso de haber puesto todo el alfabeto en sus sopas, ¿Cuánto plata debieron ahorrarse solo para no investigar la proporción adecuada de las letras de acuerdo a la frecuencia de uso de las mismas en las palabras?
Porque poner todas las letras del abecedario indiscriminadamente es no ser justos con aquellos que tienen necesidad de escribir. Porque todos sabemos que letras necesitamos y sabemos que no poner en mayor cantidad las que más se usan también es una gran error. No se puede poner una “Q” en igual proporción que una “A”, ni una “K” en la misma cantidad que una “E”. ¿Cuánto se han preocupado estos trogloditas de los mercados alimenticios por poner más vocales de sus fideos?
Entonces pienso en las sopas de fideos de Mercedes Sosa y las horas que habrá estado buscando “Es” para su nombre… quizás nunca llego a tomar siquiera una sopa tibia en sus días de infancia. O en el pequeño Rodolfo Ranni y su incansable búsqueda de “Os” en el fondo de un plato hondo. Pienso en los Caranta y en los Tribilin. Qué triste historia la de aquellos niños buscadores de letras.
Por eso es que envidio a las “Zoe” y a los “Dani”, a las “Jesi” y a los “Ari”, y a todos aquellos a los que le fue fácil su vida. Me compadezco de los Teodoros y las Ernestinas. Me apiado de los Humbertos y las Elisendas. E Imploro por los Wenceslaos y las Ludovicas. ¿Cómo habrán sido sus sopas de fideos de la infancia?
Pero lo que aun es más alarmante, es como lo que parece un juego de azar es fruto de análisis probabilísticos de las combinatorias y la acción deliberada de los fabricantes de sopas de influir en nuestra libertad de palabras. Un estudio realizado por la misma persona que descubrió que si se pasa el cassette de los pitufos al revés tiene mensajes satánicos, aseguró que la cantidad y distribución de letras en cada sopa es la necesaria para que la palabra que más veces pueda ser formada es “Magi”, con 826568689 combinaciones más que la palabra “Mami”. Le siguen papi, abu, Hitler, y pepe grillo, todas con 2365689 combinaciones posibles. Debemos tomar conciencia, debemos ser socialmente responsables. Una fecha de vencimiento no alcanza. Contar con una tabla de ingredientes y calorías no es suficiente. Que nos brinden “El modo de preparación” al dorso nos da risa. Exijamos entre todos que las sopas tengan en su envase, las letras que con las que cuentan y sus proporciones, para que nuestros niños crezcan fuertes, sanos y sin traumas. Para que su desarrollo intelectual sea real y no lo que las grandes compañías quieren que escribamos. Para que no nos manejen ni nos condicionen. Juntos podemos lograr el cambio.
lunes, 28 de julio de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)